Machecor presenta: A ella le gusta la gasolina

Durante estos tiempos de vagaciones, un hombre desocupado se pone a pensar muchas cosas. Por ejemplo (y esto suele ser muy común): por qué la vieja buena a la que uno le tiene tantas, tantas, pero tantas ganas, lo rechaza a uno como si fuera una miserable cagarruta de mono! Uno comienza a plantear teorías descabelladas, como que no tiene parla (cierto), es un idiota (muy cierto), no tiene pinta (cierto aunque no tanto), no tiene plata (verdad de a puño), siempre hay alguien que tiene todas las anteriores y que uno no conoce ...

Pues bien, los investigadores de las universidades en el mundo tienen a veces la mala maña de hacer unas pesquisas impresionantemente estúpidas. Cosas como la relación entre el tamaño de una botella y el tiempo que dura en ser desocupada, o la velocidad de las hormigas y su relación con la descomposición de los alimentos, y así. Pero en la universidad de Newcastle, Inglaterra, por fin hicieron una investigación que, sin dejar de ser estúpida, es importante.

Suponemos que en Newcastle actuaron así al ver cómo un tipo feo, bruto y sin talentos aparentes como el Tino Asprilla podía comerse tantas viejas buenas inglesas (suponemos también que los investigadores ignoraban las imágenes de la herramienta del Tino, mientras las viejas buenas inglesas no), así que pusieron manos a la obra para averiguar por qué pasa que tipos feos y brutos pero platudos levantan más fácil. Y para colmo, encontraron la respuesta definitiva a la duda: las viejas en general son gasolineras (definiendo "gasolinera" en el significado más amplio: la vieja que quiere que todo le gasten).

Sé que esto no les va a gustar ni a Nina, ni a Agustina, ni a las lectoras de este prestigioso sitio (?), pero la seriedad de una investigación hecha por una universidad inglesa está a prueba de toda duda. La conclusión a la que llegaron es que las viejas gozan más cuando hay más plata en el cónyuge. Si bien los analistas de Newcastle sólo concluyeron respecto al orgasmo, es fácilmente comprensible que todo esto es extrapolable, tanto a la facilidad con que las billeteras abultadas atraen al sexo opuesto, como a la fiereza que las mujeres llevan a cabo en los divorcios, pegándose hasta de pendejadas como medio televisor o media cómoda con sus medios corotos.

Así pues, querido lector, aprenda esta lección: antes incluso de siquiera pensar en levantarse a la vecina buena o en acercarse de una forma no estrictamente académica a su preciosa compañera de materia, asegúrese de lubricar adecuadamente sus fondos. Pida una tarjeta de crédito en su banco, si todavía tiene la suerte de no estar reportado en Datacrédito; ahorre un par de meses para poder por lo menos llevarla al desnucadero y luego salir corriendo con las finanzas maltrechas; intente invertir en ropa más fina que los trapos marca Only que usa; aprenda de algo que demuestre que tiene plata (como de vinos, snobismo actual) y, en fin, aparente. O sea usted mismo, y resígnese a estar con los saldos que quedan en el mercado de mujeres. Es su escogencia.